8 feb 2011

ENTREVISTA A PAUL WATSON

ENTREVISTA A PAUL WATSON
(por David A. Goldsmith)
Tonbridge. 11 y 17 de abril de 2002.
Como chico curtido en la vida callejera, Watson se instruyó en la vida antes de que su familia se mudara de Londres a Lancashire y de que su estancia en un instituto le enseñara "cómo aprender y hacer preguntas". Su deseo de convertirse en pintor le llevó a matricularse en el Royal College of Art, dirigido por David Hockney. Allí descubrió que el cine era el medio que él buscaba, el lienzo sobre el que pintar con pala­bras y música, luces y sombras, movimiento y narración.

Su carrera ha transcurrido por la BBC, ITV y Channel Four, cade­nas para las que ha producido y dirigido documentales suma­mente originales e innovadores, tales como The Family (La familia), The Fishing Party (La excursión de pesca) -blanco de duras críticas por parte de la ex primera ministra Margaret Thatcher-, Sylvania Waters (Aguas de Sylvania), The Dinner Party {El banquete) y The Oueen's Wedding (La boda de la Reina).









"Hasta los diez años fui el cabecilla de una pandilla de ladro­nes. Entonces me agarraron dando dinero a mis amigos. Vivíamos en la parte norte de Londres en una casa de dos habitaciones. Me metí en nuevos líos y nos mudamos a Bolton, en el condado de Lancashire, a casa de una tal Sra. Ríding, que criaba palomas. Sí no hubiera ido al instituto habría acabado en la cárcel. En el instituto me enseñaron cómo aprender, pensar y preguntar. Sin embargo, acabé pasándome veintisiete de las treinta y cinco horas de clase semanales en el taller de arte. El director no estaba conten­to conmigo, pero yo ya estaba, aun sin saberlo, camino de convertirme en documentalista".
"En el Royal College of Art, dirigido a la sazón por David Hockney, me dediqué a pintar cuadros pop-art más polí­ticos que decorativos. De hecho, en la colección nacional se conserva un dibujo mío que constituye una explora­ción temprana del conflicto balcánico. Me entregué a la tarea de entender la injusticia, y la pintura resultó ser el medio equivocado. Descubrir el cine fue para mí como descubrir la ópera. Se podría decir que yo era un pintor que descubrió que las palabras y la música, el movi­miento y el tiempo resultaban más interesantes que lle­nar un lienzo de pintura. En aquellos días pensábamos en el cine como en un medio o una herramienta para comprender mejor la realidad de nuestro país. En los sesenta, observamos al statu quo y llegamos a la conclu­sión de que era una tomadura de pelo. Pero en la pintu­ra, la moda y el cine algo estaba empezando a moverse. Veía muy pocas películas y no hay ningún director en particular que me haya influido, si bien siento gran admiración por Peter Watkins. Pienso que era un cabrón enrevesado y reconozco elementos suyos en mí. Fue más valiente y probablemente más talentoso y obstina­do que yo. Luego estaba James Cameron, un hombre del que se podía aprender Incluso cuando estaba borracho. Su habilidad para entender la condición humana lo convertía en un periodista excepcional, que me ensenó a traducir lo que observaba".
"Nuestras vidas se componen de trivialidades. En The Family se ve a la Sra. Wilkins en la cocina de su angos­to piso tratando de salir adelante con unos ingresos bajos, esforzándose por criar bien a sus hijos, pelando patatas y discutiendo. Cuando le dije a los de la BBC que quería hacer una película sobre la vida cotidiana de una familia, creo que dieron por hecho que suprimiría las imágenes de gente hurgándose las narices o haciendo el amor. Y así lo hice. Pero hoy en día, lo de alguien hur­gándose la nariz se mantendría tal cual, simplemente porque se supone que es buena televisión. "Vaya, lo has pillado con el dedo en la nariz y llorando ¡Es fantástico!". En la BBC había quienes pensaban que tocaría temas profundos en The Family, que cortaría las trivialidades y abordaría preguntas del estilo: ¿Y cómo se las apaña para vivir con treinta chelines a la semana? Ellos pensa­ban que sería un programa de carácter expositivo. Yo no pensaba igual." "Me interesaba lo personal e idiosincrási­co. Recibimos cartas de gente pedante de clase media que se quejaba de que The Family no tenía nada que ofrecer, que era un engañabobos y que yo estaba utilizando a aquellas personas. Diez años después, cuando la serie se repuso, recibimos montones de cartas en las que podían leerse cosas del estilo: "Cuando Margaret hizo esto o lo otro con su hijo, me quejé, nunca pensé que yo le haría algo así a un hijo mío. Pero al haber hecho lo mismo, sólo deseo pedirles perdón por la carta que les escribí hace diez años".
"Éste es el privilegio de hacer películas con capacidad para influir."
"Los documentales existen porque la gente es curiosa por naturaleza. Caminas por una calle y las cortinas están abiertas de par en par, y observas, Se oye un "ding dong" en la puerta de al lado y escuchas. SI eres capaz de convertirlo en algo creativo y útil, tal vez logres comprender mejor por qué un padre le da una bofetada a su hijo, o por qué una reacción es tan negativa o tan positiva. Los británicos no hablamos demasiado entre nosotros, así que the Family fue una suerte de sucedáneo de la conversación para el ciudadano medio. La gente me habla de todo y de nada. Posteriormente sienten que algo ha sido alanceado - un pequeño forúnculo de ira, indignación o frustración-, que un sentido del orgullo ha sido revelado exhaustivamente. "Por lo menos tuvo el detalle de escuchar y de querer saber", me comentan. Mucha gente todavía piensa que si eres de la "Televisión", formas en cierto modo parte del gobierno y eres algún tipo de autoridad"
"The Factory (La Fábrica) era una película sobre la vida de una fábrica. Le había pedido al cámara que hiciera algunos primeros planos de los rostros de las operarias y de sus manos entrando y saliendo de la maquinaria, con sus dedos a escasos milímetros de quedar rebanados. Aquellas mujeres trabajaban en esas condiciones días tras días, cansadas o no, y con la cabeza muchas veces llena de preocupaciones. Recuerdo cierta ocasión que tuve que ir a solucionar algún asunto con el capataz. Cuando volví, me encontré .a cuatro miembros del equipo de rodaje mis ojos, oídos, cerebro, alma… mis representantes con cara de aburrimiento, impacientes por ir a tomar un té y ansiosos por hablar sobre sus acciones de la compa­ñía o lo que fuera. Total, un panorama desolador. Y pensé que todo aquello estaba anticuado y que debía de haber una manera mejor de acceder al interior de las per­sonas sin aquel lastre y sin tener que ejercer de patrón. Y así empecé a interesarme por las nuevas tecnologías".
"Con motivo del quinto aniversario del mandato negro en la República Sudafricana, hice White Lives (Vidas blancas). Viajé con un excelente operador de cámara, pero también llevé conmigo una videocámara Sony VXIOOO, que utilicé para filmar a jóvenes pandilleros, matones y todo tipo de situaciones que pudieran poner en peligro a mi equipo de rodaje. Los del equipo se mos­quearon un poco, pues sentían que ellos eran los cámaras profesionales, ¿y qué sabía yo? Bueno, el Sr. Sony es una cámara excelente y si uno se molesta en leer el manual de Instrucciones, es posible aprender a conseguir el enfoque y la exposición adecuados. Los políticos y alguna que otra persona encontraron ridícula aquella pequeña videocámara, pero a mí me permitió filmar un buen número de entrevistas difíciles de conseguir".
"Tomé la decisión de rodar la siguiente película por mi dienta Durante el rodaje de White Lives, un documental de tres horas de duración, conseguí entrevistar a jóvenes pandilleros que nunca le habrían hablado a un equipo de rodaje apático, SI me hablaron a mí fue por­que me vieron Interesado de verdad en entender cómo una persona es capaz de acercarse a un coche con una pistola oculta entre un ramo de flores y disparar sin más a alguien en la cabeza. Esta historia en concreto me la contó un joven pistolero de una banda en una toma ininterrumpida de dieciséis minutos de duración. Tan sólo él, yo y una pequeña videocámara en una habitación. Intimidad”.
“Antes de White Lives había acudido a Channel Four con un proyecto acerca del racismo en el East End de Londres. Después de gastarme diez mil libras esterlinas del presupuesto que me habías asignado, regresé para decirles que la había embarrado, que allí no estaba la película que yo había pensado. No podía soportar los mensajes que se estaban lanzando. La teleserie de la BBC EastEnders estaba desvirtuando el espíritu cockney. Al final, los paquistaníes acabaron por gustarme mucho más que los blancos. Decían: "Somos pobres, pero nos las apañamos para salir adelante. Estamos mejor que ayer, y mañana las cosas seguirán mejoran­do". Entonces, me encontré sentado en el interior de una caravana hablando con un cerdo racista blanco que no paraba de dar golpes a una mesa grasienta. Una voz en mi interior me dijo: "Si este cabrón le vuelve a dar otro golpe a la mesa, vuelvo a Channel Four a decirles que su mensaje es del todo infumable". No es que yo no les hubiera conseguido buenos niveles de audiencia, sino sencillamente que no creía que hubiera podido hacerlo de lo cabreado e indignado que estaba."


"Lo primero que recuerdo haber visto en televisión fue la coronación de la reina en 1953. Siempre me estaban echando la bronca por no fregar los platos y por escabullirme para ver la televisión. Fue durante un tiempo un modo de expresión personal. Pero actualmente, la industria de la televisión ya no quiere saber nada de expresión personal con un autentico propósito social. Hoy soy una especie de dinosaurio"




"Malcolm and Barbara: A Love Story [Malcohn y Barbara: una historia de amor) iba a llevar tanto tiempo como el que le quedara de vida (finalmente fueron cua­tro años) a Malcolm, un enfermo de Alzheimer de cin­cuenta y dos años. Barbara, su esposa, consintió en que hiciera la película con la condición de que yo estuviera presente en los momentos finales. Dado que es casi imposible reunir un equipo de rodaje de un día para otro, decidí filmarla yo mismo. Creo que trabajando de esta manera el material es más espontáneo y directo, y está exento de las rigideces técnicas de una filmación más perfeccionista. Cuando estás tratando de enfocar y de mantener un tono de intimidad en la entrevista, lo mejor es dejar que la cámara determine el estilo."
"En The Queen's Wedding, un documental sobre homosexuales, también filmé en vídeo con un único asistente. Una vez que tuvieron claro que yo no era un heterosexual a la búsqueda de una nueva diversión sexual, me confesaron cosas que, según ellos mismos, nunca le habían contado a su propia madre. Mientras nos encontrábamos en Manchester, llamamos por teléfono a un pub en busca de personas que pudieran participar en la película. Escuché una voz preguntándole a grito pelado a os clientes del pub: ¿Alguien quiere hablar de los jodidos maricones?". La voz enmudeció al otro lado de la línea. "Sí, más vale que te calles encanto, todos quieren hablar". En el pub, se hacían por ignorancia los comentarios homofobos más horribles que nadie pueda imaginar. Me marché con una profunda sensación de tristeza. Aquellos hombres y mujeres eran muy desdichados; sus relaciones matrimoniales estaban gra­vemente deterioradas; la mayoría estaba para el arras­tre a los cincuenta años, y no tenían ni rastro de orgullo. Nada había de erótico en el contenido de The Oueen's Wedding. Tal vez debería haber habido algo. Seguro que habríamos tenido algún problema con la censura, pero también habríamos ganado en número de espectadores. No soy gay, simplemente quería hacer una película sobre hombres que se visten de mujer".
"La pasión es el motor de la fuerza creativa; la mente y el alma se unen, y vivir contigo se convierte en algo complicado. Yo lo he pasado mal en mis relaciones per­sonales debido a mi obsesión por hacer películas sobre otras personas y por tratar de adentrarme en su psique. Es mi modo de vida, es lo que hago y hoy ya no se lleva. En los ratos que el cine me deja libre, hago tapices y tejo montones de imágenes, pero jamás me encargo del montaje de mis películas, porque te puedes enamorar- tanto de la técnica y del medio que corres el riesgo de perder la esencia del contenido. Así que alquilo el equi­po de montaje y trabajo en mi casa con un montador. Nunca digo: "Aquí tienes los copiones. Me voy al sur de Francia y cuando vuelva me gustaría ver la película aca­bada". Aquí me paso día tras día, sufriendo, porque estoy continuamente tratando de explicar una historia familiar desde una perspectiva nueva -triple colocación por capas, triple acción paralela-, algo muy complicado de conseguir, pero cuando lo logras, es maravilloso. Es como un buen polvo o un suculento pastel de pacanas. Son momentos de una gran felicidad. Cuando algo falla, siempre tengo al montador para sacarme de la sala de montaje y del apuro. Así que el montador es la piedra de toque y sí, siempre contrato a gente respetuosa con mi visión progresista de la vida. Se trata de profesiona­les, de artistas por derecho propio. Vienen el lunes por la mañana y no se van hasta el viernes por la noche. Trabajamos juntos doce horas al día, a veces incluso dieciséis. Hay una regla de oro: yo cocino y no se habla de la película durante las comidas. Es fantástico. No hago las películas respetando el orden cronológico; tal vez empiece por el medio y vaya añadiendo esto por aquí y esto otro por allá, Sí, hay un principio, una parte central y un final, pero como diría Godard, "no necesa­riamente por este orden".
"Gran Bretaña es un país en el que lo de "¿es uno de los nuestros?" todavía está a la orden del día. Si no eres uno de ellos, eres alguien de fuera. No se cuestiona lo suficiente nuestro país ni nuestro estilo de vida. Yo soy una persona subversiva, pero no tengo intención de destruir el Estado, sino simplemente de cuestionar y ver las cosas desde una perspectiva diferente. Nunca digo: "Sólo hay una manera correcta". Tal vez debido a que el control de la Televisión está en manos de muy pocas personas, nos hemos acostumbrado a que sólo haya una manera aceptable de hacer las cosas. Con The Fishing Party pensé: "¡Allá vamos! Un grupo de fanfarrones quieren que haga un vídeo sobre sus vaca­ciones". Estuve a punto de decirle a mi jefe que busca­ra otra historia, pero afortunadamente no lo hice. Le pregunté qué hacían y me contestó que no estaba segu­ro, que creía que trabajaban en la City de Londres. Desde hacía algún tiempo, había querido hacer una película sobre los peces gordos de las grandes compa­ñías y sobre cómo tratan de engañarnos acerca de lo necesarios y relevantes que son. Así que nos conoci­mos y nos fuimos de copas por champanerías de la City durante aproximadamente cinco días antes de empezar a rodar. The Fishing Party todavía se proyecta en diferentes rincones del mundo como una muestra de que es posible hacer un film político sin un solo políti­co en él. Mediante una cuidadosa yuxtaposición, reinterpreto lo que parece "cotidiano" a ojos de otras per­sonas. El hidrógeno y el oxígeno son gases comunes: júntalos y revelarás el contexto oculto, "una gota de agua". He hecho películas mejores, pero The Fishing"
“Party todavía conserva su valor -es la película que más aborrece la ex primera ministra Margaret Thatcher-, y su emisión le sirvió a la BBC para recibir un aluvión de quejas. Pasado un tiempo, tras aproximadamente seis episodios de Sylvania Waters, que hice en Australia, me echaron de la BBC. Mi jefe me dijo que mis pelícu­las no eran políticamente correctas y que ya no podía confiar más en mí. Es una pena, porque trataban de gente de verdad; no tiene sentido convertir a los parti­cipantes de mis documentales en personas que no son, pues para eso siempre puedo hacer películas de ficción".
"Me despierto con una frase, con una idea sencilla, como esas de las guías de televisión que disparan el interés de la audiencia. Si no consigo retenerla el tiem­po suficiente, entonces me harto, probablemente por­que no soy lo suficientemente bueno. Surge una idea, generalmente un cliché, y me embarco en la tarea de desenmascarar el tópico, confirmarlo o lo que sea. A medida que me sumerjo más a fondo y paso de una persona a otra relacionada con el tema en cuestión, for­mulo una percepción más profunda, aunque sólo sea mentalmente. No planifico las secuencias ni el rodaje. Cuando empiezo finalmente a rodar, filmo cosas que parecen curiosas, atractivas, informativas o festivas, pero no sé en qué parte del film irán ni sí acabarán en el montaje final. Ni siquiera puedo decirle a mí pro­ductor cuál será la secuencia inicial. John Birt, ex direc­tor general de la BBC, el cual en mi opinión hizo tanto daño a la televisión como Thatcher, dispuso un precepto según el cual el realizador debía comunicar la secuencia inicial y la razón de ser y las conclusiones de un documental antes de empezar a rodar. ¡Si eso es lo que necesita, contrate a un dramaturgo!"




“Hay muchas historias rosa que pretenden pasar por documentales serios. En muchos casos, no son más que revistas del corazón producidas por un agente. No tratan de eso maravilloso que surge cuando pones a un grupo de gente en estrecho contacto. Pero tratar de definir el género documental es inútil; el lenguaje de las definiciones es increíblemente confuso. Por ejemplo, yo pensaba que hacía reality televisión, pero resulta que esto no es más que realismo construido. A programas como "Gran Hermano" se les llama reality television cuando no podrían estar más alejados de la realidad".
"La moda contemporánea no quiere ni oír hablar de conflictos sociales, a no ser que sea muy de pasada. Una productora joven me llamó para preguntarme si estaría interesado en hacer una película sobre hombres que tratataban de rehacer su vida. "Es algo que nunca se había hecho hasta ahora", me dijo. Y bueno, yo ya había hecho esa película dos veces, de manera que le pregunte "¿En cuántas personas crees que debería centrarme?”Había pensado unas nueve", me dijo, y yo le conteste "Seria tan amable de dejar que me centrara en una, o tal vez en dos? Porque ya sabes que hay que meterse a fondo y luego están los momentos de tedio y las presione les arrastran de nuevo hacia el lodo". Y aquella mujer me soltó: "Por eso le hemos llamado a usted, porque usted es muy bueno en temas aburridos" Es cierto, hago documentales sobre pintura secándose, pero creo que es fascinante. Cuando alguien me dice que le encantan los documentales, sé que casi siempre se refiere los documentales sobre animales, selvas... Pero los documentales no son para eso. Los documentales deberían hacer entender la condición humana. Pero eso es algo pasado de moda, que ya no interesa"

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