3 mar 2011

ENTREVISTA A JOHN WILLIS

JOHN WILLIS

(por David A. Goldsmith)

Tonbridge, 11 de abril de 2002

A John Willis, hijo de un prestigioso guionista de televisión, se le puede considerar como un vástago natural de la pequeña pan­talla. Tras completar en la Universidad de Bristol un posgrado dirigido por el distinguido George Brand, consiguió su primer empleo en la tele. Su paso por el departamento de documenta­les de la televisión de Yorkshire le valió para convertirse en el principal realizador de documentales de investigación en Gran Bretaña. Willis pasó entonces a Channel Four, donde fue ascen­dido a director de programación en 1993. Cuatro años después, fue nombrado director de United Productions, cargo al que siguieron el de director general de London Weekend Televisión y United Productions y el de director general del departamento de producción internacional de Granada Content en 2001. En 2002, se incorporó al Public Broadcasting Service de EE UU.

“Soy hijo de la televisión. Mi padre escribió el guión Dixon of Dock Green, una serie policíaca muy popular en mi país en la década de los sesenta. Hasta que no entré a trabajar en la televisión no me di cuenta de lo mucho que había aprendido de él ósmosis. Yo dirigía el cineclub de una escuela hasta sudeste de Londres. Recuerdo que lino de mis compañeros hizo un documental titulado Suburban Sunday (Domingo suburbano), cuyo montaje realicé con un rudimentario equipo que tenía. Evidentemente, el film era tan aburrido como un domingo suburbano cualquiera, pero sirvió para que me enganchara al cine. Tras estuchar Historia en Cam­bridge, me fui a Bristol a hacer un posgrado de un año sobre radio, cine y televisión, algo bastante experimen­tal para aquellos años (1969-1970). La primera semana hicimos un ejercicio de radio. Yo era muy inseguro y pensaba que todos mis compañeros eran más inteligen­tes que yo. Tampoco tenía claro que se me diera bien aquello. A George Brand, el profesor, le entusiasmó mi ejercicio, lo que me llevó a pensar que tal vez yo tuviera algo de talento. Brand nos motivaba enormemente y creía que la televisión y el cine podían alcanzar altas cotas intelectuales. Tras aquel curso, un amigo mío que trabajaba como manager del grupo Thunderdap Newman me comentó que nadie podía permitirse pagar el coste de un "vídeo" de su primer single, "Something in the Air". Yo conseguí reunir setenta y cinco libras y diri­gí un videoclip de tres minutos de duración. La canción llegó al número uno y nuestro clip pudo verse en varios países. Así empecé en esta industria”.

“La mayoría de mis películas datan de una época en la que los ingresos publicitarios parecían llover del cielo. El timón de la televisión estaba en manos de personas comprometidas con la programación, gente que había ido abriéndose camino a través de su trabajo en diferentes programas: periodistas, editores, documentalistas, etc. Actualmente, la televisión suele estar dirigida por ejecutivos y contables que no comparten precisamente los mismos valores. Quienes dirigían Ia televisión en los años sesenta, setenta y principios de los oí líenla sabían que el negocio estaba apuntalado por una serle de valores. Además de serles y programan de entretenimiento, la televisión comercial también consideraba necesaria la producción de documentales serios. Yo compartía aquel compromiso. Actualmente, en el Reino Unido, el panorama televisivo resulta de lo más desalentador. El ojo de la aguja se ha ido estrechando al tiempo que el poder de los programadores ha ido en aumento. Hoy en día, jóvenes que quieren hacer programas de televisión lo tienen difícil. Encontrar medios de financiamiento es complicado y resulta imprescindible contar con una relación estrecha con algún directivo televisivo que pueda ejercer como mecenas y mentor a la hora de enseñarte, animarte y darte fuerzas para salir adelante. Pero el mundo de la televisión anda escaso de personas así”

“El cine Implica una disciplina creativa e intelectual. En mis tiempos, todos los documentales se rodaban en formato cinematográfico, Actualmente, es genial no tener que preocuparse por la cantidad de rollos de película que puedes usar, El video resulta mucho más económico y permite filmar sin restricciones. Sin duda envidio el grado de: intimidad que proporcionan las Videocámaras, porque el documental de televisión funciona de maravilla en las pequeñas historias, en el ámbito de lo íntimo, lo doméstico y lo familiar ver la vida reflejada desde la intimidad del hogar tiene algo de especial. El documental es un viaje de descubrimiento en el que embarcas al público para mostrarle algo que has vivido y que consideras Importante, Tienen que ser lo suficientemente flexible para desechar preguntas empezar de nuevo y utilizar las entrevistas de un modo original. Las palabras de un entrevistado tal vez no sean las que esperabas oír, pero siguen teniendo valor la entrevista es una de las piedras angulares del documental. En mi caso, antes de empezaba a rodar, pensaba detenidamente en el patrón de las preguntas y en la aportación y la ubicación de cada una de las entrevistas dentro de la estructura del film. De hecho, llegue desarrollar relaciones estrechas con alguno de mi entrevistados con el fin de que las entrevistas fueran parecido posible a una conversación. Tal vez aquella gente tuviera ilustraciones o dificultades, pero yo les ayudaba a explorar y explicar su visión del mundo mediante entrevistas íntimas y abiertas. Mis documentales implicaban un exhaustivo trabajo de documentación, y tuve la suerte de contar con la colaboración de investigadores de la talla de James Cutler y Peter Moore. Los operadores de cámara y los montadores también contribuyeron enormemente. De hecho, me gustaba trabajar con el mismo equipo”

“No puedo pensar en muchos casos en los que haya pagado a los entrevistados, en ocasiones, si alguien tenía que pedir un día libre en el trabajo, le compesaba invitándolo a comer o corriendo con algunos de sus gastos. Pero cuando una persona o frece su testimonio acerca de un crimen, un delito o un suceso trágico, creo que es desaconsejable pagar, ya que siempre hay que prever la posibilidad de que el film acabe en un juzgado, Muchos de mis documentales acabaron siendo objeto de un exhaustivo escrutinio por parte de la prensa, el gobierno o comités de investigación. Así, por ejemplo, cuando uno de los entrevistados de Rampton-The Secret Hospital (Rampton: el hospital secreto) afirmó que había trabajado en aquel psiquiátrico y que había visto cómo le daban una paliza a un paciente, yo tuve que ase­gurarme de que no se le pagara por esa entrevista, ya que de otro modo, su testimonio habría perdido buena parte de su valor. Creo que es diferente cuando se trata de un documental social. Éste sería, el caso de los testi­monios de jóvenes que han escapado de casa o de enfer­mos de amiantosis que explican su historia o su situa­ción personal, en los que la cuestión de la retribución pierde relevancia. Me resultaba difícil trabajar con chi­cos de la calle que, al final de un día de rodaje, cuando el equipo y yo nos íbamos a casa o al hotel, debían bus­car un portal en el que pasar la noche. ¿Cómo conciliar una situación así con el tema de las retribuciones? "Juicio televisivo" o "invasión de la intimidad" son etiquetas que se emplean con frecuencia para describir aquellos documentales que critican alguna situación social o desenmascaran a alguna persona. Es cuestión de buscar el equilibrio entre el derecho a la intimidad y el interés público. La Intimidad y el Interés público, Estoy convencido de que mis documentales poseían un gran interés público. Sacar a la luz la exis­tencia de abusos en un hospital psiquiátrico, como hice en Rampton-The Secret Hospital, es ciertamente algo de interés público. Lo mismo puede decirse del escán­dalo que destapé con Johnny Go Home [Jolmny vuelve a casa), un documental que investigaba la situación de chavales fugados de sus hogares que llegaban a Londres, donde ni las autoridades locales ni la administración central se hacían cargo de ellos y a quienes lo mejor que les podía ofrecer la sociedad eran desvencijados alber­gues privados”.



“Una de las cosas que proporcionan interés a los docu­mentales es el elemento sorpresa. Tienes que dejarte guiar por tus instintos y si es necesario, dar un cambio de rumbo, incluso en pleno rodaje. Así ocurrió con Johnny Go Home, cuando conocimos a un tal Roger Gleaves, que se hacía llamar el "obispo de Medway". Se trataba de un hombre que recogía a jóvenes que habían escapado de sus hogares en Escocia o en el norte de Inglaterra y llegaban, estaciones de ferrocarril del cen­tro de Londres sin ningún lugar al que acudir. Se gana­ba su amistad y les proporcionaba alojamiento en alber­gues de su propiedad. Gleaves tenía el aspecto de una persona respetable y parecía estar haciendo una buena obra. Sin embargo, cuando empezamos a filmar en uno de sus albergues, un par de muchachos que se alojaban allí nos explicaron que era un hombre extraño y que no era lo que parecía. Di Burgess, el investigador del docu­mental, descubrió en las hemerotecas que Gleaves había cometido delitos sexuales en su juventud. Poco a poco, fuimos descubriendo que había abusado física y sexualmente de algunos de los jóvenes que recogía en las estaciones. Pero justo cuando nos habíamos resig­nado a la inexistencia de pruebas incriminatorias concluyentes, se produjo el asesinato de un joven. Aquello cambió radicalmente la naturaleza de la película. Gleaves y dos o tres guardianes fueron arrestados. De pronto, nos encontramos filmando las circunstancias en torno a un caso de asesinato y no el documental de temática social sobre chavales fugados de casa que habíamos empezado”.

“Johnny Go Home sirvió para desenmascarar a Gleaves, a quien finalmente se le imputaron cargos por graves daños corporales y sodomía y fue sentenciado a cuatro años de cárcel. Gleaves aprovechó su condena para estudiar Derecho y. tras su puesta en libertad, presentó demandas contra un buen número de periodistas y fun­cionarios de prisiones. En nuestro caso, como autores del documental, tuvimos que hacer frente a un total de trece demandas judiciales, una de las cuales se abrió paso por el sistema legal hasta llegar al Oíd Bailey, el tri­bunal de lo penal de más alto rango del Reino Unido, donde tuvimos que prestar declaración. ¡Fueron tres semanas de enorme tensión! En caso de ser declarados culpables, nos enfrentábamos a duras penas de prisión. Afortunadamente, se le vio por lo que era un individuo con una serie de condenas a sus espaldas que estaba utilizando con gran pericia argucias legales para vengar­se de los autores del documental que había originado su encarcelamiento”.

“Las cuestiones éticas ocupan un lugar muy importante en el documental, un género que al fin y al cabo, gira en torno a vidas de personas reales. Algunas de las cues­tiones éticas fundamentales hacen referencia a la rela­ción que estableces con los participantes del film. ¿Qué derechos tienen a la hora de cambiar de opinión una vez iniciado el rodaje? ¿De qué responsabilidades tienes que hacerte cargo cuando ha concluido? Te han dejado entrar en su mundo y han estado expuestos a la mirada de millones de espectadores, algo que puede acarrearles un tremendo impacto personal. También existe una cuestión ética relacionada con la veracidad. En los últi­mos diez años ha habido documentales que con el fin de ganar en interés, han hecho uso de elementos inven­tados; se trata, en mi opinión, de una falta grave. Es imprescindible ser honesto, veraz y justo, ya que de otra manera acabarás dándote el gran batacazo. Sin embargo, no creo que se pueda ser objetivo en un documental. Cada plano que filmas, cada ángulo de cámara que eliges durante el rodaje y cada corte que haces durante el mon­taje son fruto de una decisión personal. Es un viaje de descubrimiento. Es como si le estuvieras diciendo al público: "Esto es lo que me ha ocurrido, lo que he encon­trado, lo que he visto, aquí tienen la historia que he interpretado para ustedes". Cualquier documental es for­zosamente una visión parcial”.




“Durante el rodaje de Rampton-The Secret Hospital estuve sometido a presiones políticas tanto del partido conservador como del laborista. Un diputado laborista del Parlamento llegó incluso a amenazarme con arrastrar mi nombre de juzgado en juzgado. En otra ocasión, un diputado conservador me denunció públicamente en te­levisión. Afortunadamente, la cultura periodística en la que trabajaba era lo suficientemente sólida para recha­zar estos burdos intentos de desprestigiar mi obra. Gran Bretaña vivió un período de intensa censura política que afectó a todo lo relacionado con Irlanda del Norte. Death on the Rock (Muerte en el peñón), que giraba en torno al tiroteo de presuntos miembros del IRA en las calles de Gibraltar a manos de miembros del SAS, abrió un controvertido debate político, y el gobierno británico trató desesperadamente de evitar su difusión. Creo que actualmente existen otras formas más sutiles de censu­ra. Una es la autocensura que practican aquellos cineas­tas que dan tijeretazo a lo polémico. Los programas controvertidos son cada día más escasos. La otra es la censura de lo tibio, la tendencia a hacer programas homogéneos que entren fácilmente por la vista y no exi­jan reflexión. No es censura en el sentido estricto del término, pero forma parte de la cultura. Si quieres que te vuelvan a encargar un documental, o que sobreviva tu pequeña productora independiente, más vale no armar ningún escándalo y seguir haciendo esos programas insulsos que tanto parecen gustar a los programadores de televisión”.

“En mi época, la presión de los anunciantes era muy limi­tada. Creo que en la actualidad, ésta se ha hecho mucho más intensa. El objetivo número uno de las cadenas de televisión británicas es conseguir la máxima audiencia y los máximos ingresos publicitarios. Y también existe una tremenda presión comercial para obtener beneficios de los programas a través de su distribución internacio­nal, la mercadotecnia, etc. La calidad ha pasado a ser un factor secundario. Los documentales de temática social, en los que yo me especialicé, apenas tienen ya hueco en la programación. Los grandes temas han quedado rele­gados a los docudramas, como el que se hizo sobre Stephen Lawrence, el joven asesinado en un ataque racista en el sur de Londres. Otro ejemplo serían los dos docudramas sobre la matanza del "Domingo Sangriento" en Londonderry, cuya repercusión pública fue superior a la del documental del mismo tema en el que trabajé como productor ejecutivo. Creo que los docudramas son una herramienta válida para tratar temas importantes y profundos, pero tienen que estar bien rotulados para que el espectador sepa qué parte está basada en las transcripciones de un juicio, por ejemplo, y qué parte es producto de la imaginación del guionista. Sin embargo, no creo que el documental tenga la obligación de entre­tener. Muchas personas ven en el documental una fuen­te de aprendizaje o de análisis político”.

Es evidente que haciendo reír a la gente se pueden revelar muchas ver­dades. Así que despertar el interés del público tiene una importancia crucial; hacer un documental que nadie va a ver no tiene sentido. Una de las cosas más interesantes acerca del documental en la actualidad es que todo es posible. Los jóvenes documentalistas de hoy en día tie­nen un amplio abanico de influencias del que yo nunca dispuse. Mis mayores influencias fueron el llamado observational documentary y el periodismo de actuali­dad. Mezclaba diferentes técnicas para establecer una conexión entre la crónica negra y la problemática social. La nueva generación de documentalistas puede infringir las reglas, puesto que éstas están en ocasiones dictadas por la tecnología del momento; si la tecnología o las influencias cambian, tienes vía libre para saltarte las convenciones. Vivimos en una época muy interesante para hacer documentales, siempre y cuando seas capaz de conseguir financiación”.

“La televisión es una herramienta ideal para explorar la sociedad. Sin embargo, a decir verdad, cada día me sien­to más decepcionado con este medio de comunicación. Hay una especie de uniformidad, una serie de rasgos formulistas -especialmente en la televisión británica-, que están devaluando el documental, cuya tradición se remonta a la década de 1930. Hoy quedan ya muy pocos programas dedicados al documental. Se emiten montones de horas de documentales, pero programas clásicos como Cuttliin Edge o First Tuesday se encuentran en Vías de extinción. Eran programas de este tipo, ton una media de unas veinte horas de emisión donde su editor podía arriesgarse con un cineasta novel o con un documental experimental. Ahora los documentales están sometidos a la tiranía de los índices de audiencia y la asunción de riesgos se ha visto reducida a la mínima expresión”.



ENTREVISTA A MOLLY DINEEN

MOLLY DINEEN


(por David A. Goldsmith)

Londres, 14 de septiembre de 2002

De Molly Dineen se puede decir que es "la mujer con la cámara siempre a cuestas". Desde su primer film, un docu­mental sobre sistemas de sonido jamaicanos realizado mien­tras estudiaba en el London College of Printing, hasta su más reciente película, The Lords' Tale {El cuento de los lores), realizada para el Channel Four británico, su habilidad para dirigir, filmar y hacer entrevistas da prueba de su extraordinario talento. Sus dotes para ganarse la confianza y la cooperación de sus testigos prueban su enfoque amplio del documental y su fascinación por las instituciones y per­sonas excéntricas. Tal como afirmó Mark Lawson en el periódico inglés The Guardian, "una película de Molly Di­neen tiende a situarse a mitad de camino entre un abrazo y un empujón".



"Creo de verdad que todo el mundo nace con un talento innato y que desarrollarlo o no es sólo cuestión de suer­te. Yo he tenido suerte. Aunque nací en Canadá, me crié en la ciudad inglesa de Birmingham. Mucha gente habla mal de Birmingham, pero lo cierto es que crecer en ella fue maravilloso. Fui muy feliz allí y me gustaban las dimensiones asequibles de la ciudad. Incluso como colegialas, mis amigas y yo teníamos oportunidad de conocer a artistas, diseñadores de moda y miembros de grupos de música que empezaban. En esa época se respiraba allí un ambiente de creatividad".

"Mis intereses contaron siempre con el apoyo incondi­cional tanto de mi padre como de mi madre, que no me obligaron a seguir en el instituto de las chicas listas, donde la enseñanza era penosa y los profesores se limi­taban a dictarnos lo que ya estaba escrito en libros. Me fui del instituto en cuanto pude y me matriculé en la Escuela de Arte de Bournville. Actualmente Bournville está integrada junto con otras escuelas y universidades dentro de la University of Middle England, la más gran­de del país y donde hace unos años me concedieron un doctorado. Aquello me hizo mucha ilusión, especial­mente debido a que el decano de la Facultad de Arte resultó ser mi profesor favorito de Bournville, el hombre que despertó mi interés por la fotografía".

"Empecé un curso de fotografía en el London College of Printing (LCP), pero me pasé rápidamente al cine. Mi proyecto de final de carrera fue un vídeo titulado Sound Business (El negocio del sonido), que trataba sobre sis­temas de sonido jamaicanos, sobre tipos que rapean por en las pistas al son de los disc-jockeys de bar musical. Por aquel entonces, resultaba algo audaz para una joven blanca salir con jamaicanos, pero pasé tanto tiempo con ellos que al final acabaron por aceptarme y algunos de ellos se hicieron amigos míos. Aquello me enseñó desde un buen principio que no puedes esperar que por el mero hecho de entrar en un lugar con una cámara vayas a capturar la verdad de todo el mundo y todas las cosas".

"Siempre eran las personas quienes me interesaban; la parte técnica se me daba fatal. ¿Y qué trabajo conseguí después de dejar el LCP? Asistente en un equipo de rodaje de vídeo. Tenía que manejar enchufes y clavijas (casi nunca lo hacía bien), poner a punto la maquinaria y cargar con aquel pesado equipo de un lado para otro. El vídeo empezaba a ser un medio atractivo-, de repente, la fiebre de filmar en vídeo parecía haberse apoderado de todo el mundo. Me había adentrado en el territorio de la tecnología videográfica, pero me encantaban los rodajes y, aunque no tenía ni idea de lo que hacía, me daban incluso la oportunidad de alinear las cámaras. Yo me limitaba a imitar a un técnico increíble que formaba parte del equipo. Pero no tardé en empezar a ponerme un poco pesada. Incordiaba al cámara preguntándole qué iba a grabar a continuación, inquiría a los producto­res acerca del contenido de la obra... Me despidieron".



"Presenté una solicitud de ingreso a la Escuela Nacional de Cine, que fue aceptada gracias a que les gustó mi pelí­cula del LCP. Colín Young, el director de la escuela, esta­ba muy ligado al cinéma vérité, por lo que sentía un gran interés por el documental, un género que por aquel entonces se tachaba generalmente de marginal. Herb Di Gioia llevaba la parte del documental y enseñaba con pasión y convicción. Recuerdo cierta ocasión en que nos mostró un plano de una película en el que se veía a alguien dentro de un coche mirando hacia fuera seguido de otro plano que mostraba aquel coche en movimiento. Herb paró el proyector y gritó: "¿Podéis creerlo? ¿Dónde se supone que está el ojo?". Estábamos confundidos... ¿No es así como la gente cuenta historias? Éste es sólo un ejemplo de la forma en que conseguía desmontar nuestras expectativas sobre las convenciones del mon­taje. Herb nos enseñaba a narrar con fluidez, a crear una coreografía entre nosotros y la cámara, a evitar tapar una puerta o detener la acción de una persona, a atrapar la parte de su rostro o cuerpo que mejor expresara su estado de ánimo o su reacción. Todo giraba en torno al modo de capturar globalmente la realidad, sin fragmen­tarla en planos que juntar durante el montaje".

"Escribí un guión de rodaje para mi primera película, y Herb lo leyó con sorna al resto de la dase: "Plano gene­ral. Monjas caminando por el pasillo hacia la cámara. Plano lateral. Monjas entrando en la habitación". Me hizo pedazos. Pero poco después, cuando Geoff Dunlop fue a mostrarnos parte de su serie documental sobre el mundo árabe, Herb tampoco tuvo compasión. Había muchas panorámicas hermosas acompañadas de músi­ca, y Herb señaló lo alejado que estaba aquello de la rea­lidad. Así que rodábamos desde la cadera, al estilo de Don Pennebaker. Fue entonces cuando empecé Home from the Hill (La casa de la colína), una película sobre un coronel encantadoramente excéntrico forzado a abandonar su casa de Kenia y regresar a Inglaterra. Si bien acababa de empezar en la escuela, sabía que debía tener un proyecto. De lo contrario, me pasaría siete años embutida en jerséis de cuello de cisne viendo películas".

"Mi novio y yo habíamos planeado viajar a Kenia para visitar a su padre por Navidad, lo que me llevó a pen­sar que tal vez mi proyecto podría tratar sobre colonos blancos. Llevé conmigo una Bolex de 16 mm, una Bealieu y un pequeño magnetófono con impulsos de sincro para poder filmar material de referencia. Por una coincidencia extraordinaria, el padre de mi novio, el coronel Hook había sido obligado a desalojar la casa en la que había transcurrido casi toda su vida. Cuando le pregunté si podría hacer una película al respecto, su respuesta fue: "Por supuesto, encanto". Aquél fue el principio de interminables debates, sesiones de rodaje y proyecciones. Completar el montaje me llevó un año, l0 que sentó un mal precedente de cara el futuro. Will Wyatt fue a la escuela por aquellas fechas y nos dio a entender que ninguno de nosotros conseguiría empleo. A la mañana siguiente, me llamó para comunicarme su deseo de comprar mi película, si bien haría falta un nuevo montaje. Aquello fue terrible; mi película cayó en manos de un viejo cineasta fatigado que se había propuesto remodelarla a su antojo.

“Pasó el final al principio y eliminó pausas importantes de las entrevistas, cuando el coronel Hook decía haber convertido a los salvajes en auténticos soldados, quedaba claro, por su tono de voz y la expresión de su rostro, que se trataba de una autoparodia. Sin embargo, aquel director de la mu' utilizó este comentario como voz en off de un plano en el que se veía al anciano sentado en un sillón rodeado por sus sirvientes africanos. Había algo dulce en la relación entre el coronel Hook y sus sirvientes, pero el montaje de Wyatt lo mostraba como un personaje racista y despreciable. No puedo negar que estaba emocionada de que un director de la BBC hubiera comprado mi película, pero yo compartía la concepción espiritual de Herb y me había convertido en alguien extremado y purista en lo referente al Observational cinema. Al final cortaron doce minutos y la pasaron en el popular programa 40 Minutes".

"Mi madre tuvo tres hijos casi inmediatamente después de casarse y, pasados ya los cuarenta, nos dejó a todos impresionados al licenciarse en lingüística franco-rusa. Mi padre obtuvo una beca para estudiar en Cambridge, se especializó en marketing y acabó ocupando el cargo de presidente en una importante compañía de servicios financieros. Ninguno de los dos tenía experiencia en el mundo del arte pero estoy segura de que el motivo de que mi hermana sea una artista de éxito y de que yo haya logrado hacerme con un nombre en el campo del documental de cine radica en que, a pesar de que se divorciaron cuando yo tenía siete años, mi madre y mi padre siempre estuvieron unidos a la hora de ayudar­nos en cualquier cosa que quisiéramos hacer. Mi ma­drastra, una periodista, también ha ejercido una gran influencia en mí. Ella se comprometía con la gente a la que entrevistaba, tal como hago yo. En casa solía apa­recer a la hora de comer gente desconocida sobre la que ella había escrito. Tenía como principio mostrarles una copia de la entrevista antes de su publicación".

"Mi manera de abordar a los participantes consiste en decirles: "Si estás dispuesto a hablar y a dejar que te filme, te mostraré el material antes del montaje defini­tivo". Siempre he trabajado así. De hecho, soy un tanto puntillosa al respecto, incluso con aquellos que sólo aparecen de forma fugaz, si bien en ningún caso tienen control sobre el montaje. Bueno, Geri Halliwell fue la excepción a la regla; se trataba de una estrella del pop y cuando hice Geri, un retrato suyo tras su marcha de las Spice Girls de noventa minutos de duración, ella quiso tener un control total. Al final acordamos repartírnoslo salomónicamente al 50 por ciento. Yo sabía que nunca haría una película que ella no pudiera soportar e intuí que ella disfrutaría viéndose a sí misma en plena crisis. Cuando le proyecté la película, Geri lloró. Le dije: "Dios mío, ¿qué ocurre?". "Nada, simplemente siento lástima de mí misma", me contestó. Incluso me concedió entre­vistas sentada en el baño. Le encantó. Creo que con todas las personas existe una línea que no debe cruzar­se. Nadie debería tratar de pillar a una persona con la guardia baja. Ella y yo íbamos al baño porque era el único lugar en el que podíamos escapar del acoso de la prensa. De hecho, ésta fue una de las grandes ventajas de grabar con una videocámara digital. Ella estaba muy relajada y había una complicidad propia de dos amigas"

"En Home from the Hill, fue la soledad del coronel Hook lo que le llevó a estar de acuerdo en que lo filmá­ramos. Siempre hay motivos por los que una persona da su consentimiento y es importante conocerlos. En el caso del coronel Hook, estaba la profunda tristeza que le había provocado la pérdida de su mujer y su obligado regreso al Reino Unido, pero nunca toqué estos temas. "Una gran mujer gorda es lo que quiero", decía. Y yo respetaba su intimidad y me mantenía dentro de los límites que él había marcado, porque se trataba de una realidad demasiado dolorosa. De otro modo, me habría sentido algo traidora, y el público lo habría notado".

"Durante la producción de The Ark (El arca), un docu­mental sobre el zoológico de Londres, sabía que algo no marchaba bien. Algunas constructoras importantes con­taban con representación en la junta directiva del zoo­lógico y se hablaba de un cierre parcial y de vender parte del recinto como solares edificables. Una situación semejante habría sido un cebo irresistible para muchos cineastas. Sin embargo, si yo hubiera mostrado interés por aquello, la institución habría dejado de confiar en mí. Asimismo, si me hubiera decantado por el sensacionalismo, me habría encontrado haciendo un reporta­je de noticiero y no el documental que quería hacer"

En Heart of the Angel (El corazón de Angel), un docu­mental estrenado en el programa 40 Minutes sobre el personal de Angel Station (una estación de metro londinense situada a más de trescientos metros de profundidad), filmé a tres trabajadores irlandeses hablando de noche en un túnel sobre caballos y jinetes. Todo lo que comentaban era alegre y luminoso y, en cambio, allí estaban, en un túnel oscuro lleno del humo que des­prendían sus lámparas de aceite: una especie de cielo e infierno. Es una auténtica vergüenza que la limpieza del metro de Londres todavía la hagan de noche y a mano basureros equipados con escoba y recogedor. Pensé que aquella secuencia tal vez no acabaría de encajar bien con el tema ni con la textura de la película que tenía en mente. También pensé en la posible controversia que podría generar la inclusión de aquella escena, que al final resultó ser la más popular y comentada de todo el documental".




"Muchas de las circunstancias que rodeaban a los solda­dos de In the Company of Men (En compañía de hombres), podrían haber sido explotadas de un modo tremendamente sensacionalista. Una de las cosas más llamativas de un regimiento estacionado durante largo tiempo en Irlanda del Norte es el comportamiento de sus integrantes: el factor aburrimiento, el factor drogas, el factor chicas, la convivencia entre hombres en las habitaciones... Todo es muy físico e incluso bailan mucho juntos. Podría haber explotado este filón, pero ejercí la autocensura porque sabía cuál habría sido la reacción si hubiera seguido a un grupo de militares y los hubiera filmado mientras se emborrachaban y trataban de ligar con chicas. Habría acabado con la confianza. Recuerdo que después de acompañarlos sin cámara durante una noche de juerga, el rodaje durante una sali­da en patrulla a la mañana siguiente fue más intenso. Pude entrevistar a militares que parecían estar hablándole a una amiga resacosa en vez de pensar: "¡Joder! Es una reportera".

"En mi última película, The Lord's Tale, que trata de la abolición -o preabolición, tal y como descubrimos- de los títulos de nobleza hereditarios, Channel Four espe­raba un documental lleno de entrañables ancianos de bigotes excéntricos, un documental ligero y simpático con un trasfondo serio. Yo quería hacer un documental contundente y airado sobre lo que los nuevos laboristas están haciéndole al país, y hay aquí cierto componente de hipocresía, pues en 1997 yo misma habla hecho mi retrato político de diez minutos de Tony Blair para su partido. Al final de una proyección de tres horas, Peter Dale, de Channel Four, me dijo: "Pero yo quería una pelí­cula de Molly Dineen". Mi respuesta fue: "Resulta que yo soy Molly Dineen. Sólo quiero que esta película sea más seria, más política y más periodística". Y aquí está la clave: tratar de producir algo serio sin perder el encan­to, ese pequeño toque de excentricidad que se espera de los personajes de mis películas".

"No estoy de acuerdo con la gente que describe mis documentales como el registro de una "mosca en la pared". Son cualquier cosa menos eso. Observo a mis personajes a través de una enorme cámara de cine y ellos hablan a la lente al tiempo que los filmo, por lo que se trata de un proceso muy visible. Lo mismo ocu­rre con el texto. No quiero ser un personaje; ya estuve demasiado presente en Gerí, donde actué como una mandona de cuidado. Se me podía oír tras la cámara diciendo una y otra vez: "¿Por qué no vas a ver a alguien y lo planteas de forma positiva?", mientras ella lloraba desconsoladamente frente a la cámara. La película es un diálogo entre Geri y yo, pero no debería haberlo sido. Normalmente me utilizo como trampolín, y eso está muy bien si la relación funciona, porque implicas al espectador. Si alguien mira a la cámara y dice: "¡Vaya, menudo aburrimiento!", está hablándole al público. Esto era todo lo que yo, Molly, estaba pensan­do y diciéndole a ella. No podía observarla adecuada­mente porque estaba demasiado comprometida, pero también se trataba de un equipo de rodaje de un solo miembro. ¿Por qué no utilizo un operador de cámara? Porque no podría soportar la frustración de tener que tratar de explicarle lo que quiero. Al observar el entor­no observo y en general pienso: "Aquí hay un buen plano", o "Ésta es una buena conversación...", y me pongo a filmar sin más. Pero el no disponer de un microfonista me lleva a ser una <>

El microfonista es tu copiloto en un rodaje, y Sarah Jeans trabajó conmigo en el rodaje de todas mis películas hasta The Ark. Trabajé sola en The Lord´s Tale, en el retrato político de Blair y en Geri, y, dejando de lado lo ridículo que resulta sostener el micrófono con la mano izquierda a la vez que trato de filmar con la derecha, me habría gustado contar con Sarah en Geri, cuyo rodaje fue en realidad una experiencia social muy dura. Geri era muy intensa y necesitaba Imperiosamente a alguien con quien salir mientras yo trabajaba entre toma y toma. Sarah, a la que conocí en la escuela de cine, posee un extraordinario don de gentes, Mientras yo rodaba, ella hacía entrevistas y dirigía. Además de ser una excelente microfonista, Sarah era genial a la hora de crear un buen ambiente con los entrevistados. Cuando el coronel Hook regresó a Inglaterra, Sarah y yo nos instalamos en su casa durante una temporada, y allí cocinábamos, hacíamos la compra y charlábamos los tres juntos, lo cual ayudó a crear la realidad que tratá­bamos de registrar".

"En cuanto me he metido en el mundo de los persona­jes de mis documentales, éstos pasan a formar parte de mi vida. Suena como si utilizara la vida de la gente para mi esparcimiento, pero no es así. Simplemente, me resulta difícil cortar, irme a casa, cenar, dormir y volver a rodar a la mañana siguiente. Así, por ejemplo, Sarah y yo estuvimos viviendo intermitentemente durante un año en los barracones del ejército británico en Irlanda del Norte.

“En The Ark, me pasaba el día entero en el zoo y de noche salía con los cuidadores. Iba al bar del zoo a tomar una copa y luego me daba una vuelta por el edificio de la entrada, donde vivían alguno de los cuidadores, y muchas veces no volvía a casa hasta las diez o las once de la noche. Eviden­temente, ahora que estoy casada y tengo tres hijos, ya no podría hacer algo así. Me sentía terriblemente frustrada por la manera en que me tuve que plantear la pro­ducción de The Lords' Tale como un trabajo, cuando sabía la cantidad de hechos extraordinarios que esta han ocurriendo a las dos de la madrugada, después de que la Cámara de los Lores hubiera levantado la sesión y algún lord hubiera bebido demasiado y no pudiera tenerse en pie. Yo quería estar allí, porque a la mañana siguiente habría tenido sin duda alguna una escena realmente fantástica".

"Nací en la era del vídeo pero tengo más experiencia con el cine, el cual prefiero. Me siento muy cómoda con una Aäton entre las manos. Me encanta el diseño de esta cámara, su equilibrio, su peso e incluso las interrupcio­nes a las que te obliga para cambiar los rollos. De este modo, limito la cantidad de conversación filmada con sincronización, pues tengo que pensar en segmentos de ciento veinte metros. Un modo triste de explicarlo, pero es verdad. Con el auge del vídeo ha cambiado la relación del público con la cámara. No infundo respeto con una pequeña videocámara, algo que sí logro con una cámara de cine, cuyo aspecto es imponente y cuyo manejo no está al alcance de cualquiera. En The Ark, recuerdo que cuando echaron del zoo a David Jones, el director, se produjo ese momento increíble en que él salía de su oficina por última vez al tiempo que yo tra­taba de cargar la cámara con una nueva bobina de película virgen. De hecho, creo que es lo mejor que pudo pasar. Yo estaba concentrada en cambiar la bobina en lugar de enfocarle con la cámara, lo que redujo enor­memente la tensión de aquel momento, y me permitió seguir filmando después".

"Lo malo de rodar con cámara de cine es el peso. Durante el rodaje de In the Company of Men, los sol­dados no me ayudaban a cargar con mi mochila cuan­do los acompañaba en sus salidas en patrulla, pues ya tenían bastante con cargar con la suya. Recuerdo lo agotador que resultaba desplazarse de un lado a otro con aquel pesado equipo a cuestas. Si trabajas con videocámara puedes guardar la cinta en tu bolso, pero tu trabajo se resiente hasta tal punto que podrías pasar por un turista japonés. No cabe duda de que en la Cámara de los Lores me habrían respetado más si hubiera trabajado con una cámara de aspecto más pro­fesional. Creo que los lores se sentían intimidados por la presencia de una mujer armada con una pequeña videocámara, pero al mismo tiempo no querían ningu­na intrusión y agradecieron el hecho de que trabajara sola. Sin embargo, al no trabajar con microfonista, la mitad del material filmado resultaba inaudible. Prescindir de microfonista me hizo más descuidada. No puedo decir que me permitiera filmar más, pues siempre he rodado demasiado: ciento diez horas de película para The Ark, ochenta para In the Company of Men, e incontables kilómetros para Geri".




"El vídeo es tremendamente indisciplinado: grabas alfombras, techos, la decoración al completo, y siempre a la carrera: si tuviera que montar y desmontar el equi­po, perdería lo que busco. Me podría pasar horas hablando de por qué no me gusta el vídeo y aborrezco los montajes con Avid. Tirar lo que no interesa y hacer un millón de cortes y empalmes diferentes debería ser algo genial, pero para mí no lo es, porque se trata de un proceso abierto, al alcance de cualquiera. Necesito la proximidad del montaje clásico. Tal vez debido a mi analfabetismo informático, me siento alejada de mis copiones. Mi montador, un hombre de cine, es proba­blemente también poco ducho en informática, pero se ha familiarizado con Avid para poder montar documen­tales. Nos pasamos prácticamente el día entero tratan­do de describir un plano para descargarlo, decidir en qué carpeta guardar un corte... ¿Y cómo lo describes?"

"Siempre me he sentido fascinada por las enormes posi­bilidades que ofrece la televisión, y me molesta la degradación y envilecimiento que sufre. Ya no hay aná­lisis, ni línea editorial, ni profesionalidad. Todo el mundo filma, todo el mundo sale en televisión y no se ve coherencia por ningún lado. No sé ni remotamente dónde encajo yo en todo esto, aunque a veces sospecho, no sin tristeza, que mis películas han logrado muy poco. Tenía la esperanza de que con mi documental sobre la Cámara de los Lores podría darle una buena patada en el trasero al gobierno, pero dudo mucho de que los labo­ristas se hayan sentido pateados. En cualquier caso, la película procura ir más allá de los estereotipos y atrapar el verdadero carácter de los personajes que aparecen en ella. Por eso me gusta trabajar sola, hablar con la gente cara a cara, irla conociendo... sólo así puedo desentra­ñar su personalidad. Me encanta enfrentar al público con un estereotipo, mostrarle lo falso que éste es y obli­garle a cuestionarse sus prejuicios y tal vez a terminar aprobando al personaje. De hecho, el otro día pensaba en lo privilegiada que soy por disponer de una tarima desde la que despotricar a mi antojo"



Abierta Convocatoria DOCUMENTA 2011

PREMIO REGIONAL ANDINO DE CINE DOCUMENTAL DOCUMENTA 2011

BOLIVIA / COLOMBIA / ECUADOR / PERU / VENEZUELA


Concurso de documentales de creación


Abierto del 01 de marzo al 29 de julio de 2011


El concurso se realizará en el marco del VIº Festival de Cine Documental de Caracas DOCUMENTA 2011 del 09 al 24 de noviembre de 2011


“Porque toda mirada da forma a lo que mira”

A partir del martes 1º de marzo hasta el viernes 29 de julio es el lapso de inscripción para participar en el concurso 2º Premio Regional Andino de Cine Documental DOCUMENTA 2011, organizado por la Embajada de Francia en Venezuela y la Alianza Francesa de Caracas con la colaboración de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos ANAC, la Escuela de Cine Documental de Caracas y el Centro de Diseño Digital CDD, en el marco del VIº Festival de Cine Documental 2011 a realizarse en Caracas del 09 al 24 de noviembre.
La convocatoria está abierta a realizadores, ciudadanos naturales, nacidos en los 5 países andinos, y cineastas extranjeros residenciados en estos países con obras documentales posteriores al 1ero de enero de 2009, y que no hayan participado en DOCUMENTA 2009.
BASES DEL CONCURSO
FORMULARIO DE INSCRIPCIÓN

28 feb 2011

Documentales ganadores Oscar 2011

Ganadores del Óscar 2011 por mejor documental corto
La terna de los nominados y ganadores por esta categoría fue presentado por los actores Amy Adams quien anunciò a las nominados por el mejor documental corto entre las cuales estaban "Killing In The Name", "Poster Girl", "Sun Come Up" y "The Warriors of Qiugang", ganando la terna el documental "Strangers No More".

El premio Óscar 2011 por mejor documental largo
Oprah Winfrey estuvo encargada de presentar el premio Oscar 2011 por el mejor documental largo, entre los que se encontraban nominados "Exit Trough The Gift Shop", de Banksy, "Restrepo" de Tim Hetherington y Sebastian Junger, "Gasland" de Josh Fox y "Waste Land" de Lucy Walke y Angus Aynsley. El documental ganador fue "Inside Job" de Charles Ferguson y Audrey Marrs.

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Un venezolano premiado en el Festival Punto de Vista de Navarra

 Color perro que huye del director venezolano Andrés Duque, radicado en España desde 2001, ha recibido el premio del público del festival de Cine Punto de Vista (2.500 euros). La película que atrapó al público pamplonés, refleja las decepciones, pasiones e inquietudes del director venezolano afincado en Barcelona a través de los archivos audiovisuales que ha ido atesorando a lo largo de casi una década.
Esta película fue parte de la selección oficial del Festival de Cine de Rotterdam 2011

Sinopsis: Tras un accidente que lo deja en cama por dos meses, el realizador recupera imágenes y descartes que viene archivando durante ocho años; con ellas elabora un filme íntimo y poético, compuesto por retratos de amigos, paseos comentados y un viaje a su país natal, Venezuela, donde el caos impone su atractivo estético. Una película compleja y fragmentada que nos muestra el mundo más cercano del cineasta, aunque este, no diste a veces de ser tan absurdo y milagroso como una pintura de El Bosco.
Andrés Duque. Nacido en Caracas. Periodista. Trabajó para la división latinoamericana de la cadena HBO como guionista y realizador. En el año 2000 se trasladó a Barcelona y realizó el Máster en Teoría y Práctica del Documental Creativo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su trabajo más premiado ha sido Iván Z, documental sobre Iván Zulueta realizado en el año 2004.

27 feb 2011

El 3D llegó al documental

“La última frase que esperaba escuchar en mi vida era vamos a ver la película 3D de Werner Herzog… Aun así está aquí, y es fascinante.” Dijo la revista Vanity Fair sobre la última película del afamado documentalista. Nadie se hubiera esperado que el director de “Mi Enemigo Íntimo” y de “Fitzcarraldo”, apareciera con un film en 3D, técnica considerada comercial y de películas de espectáculo. Pero él afirma todo lo contrario, dice que el futuro de documental está en el 3D. Y no viene sólo, pues nada menos que Win Wenders también llega este año con un documental 3D titulado “Pina”.
Wim Wenders fascinó en la Berlinale con “Pina”, una cinta homenaje a su compatriota y amiga, la coreógrafa Pina Bausch, y Werner Herzog alumbró con el documental “Cave of forgotten dreams” (Cueva de los sueños olvidados). Ambos realizadores pasaron con éxito el reto artístico de hacer un buen cine de autor europeo en 3D. Concentrándonos en el largometraje de Wenders, “Pina” representa, en palabras del propio director, un “trabajo de duelo, pero no una obra triste”, esto lo dijo refiriéndose a la muerte de Pina Bausch en el verano de 2009. Pina combina muchos bailes, algunos en escenarios teatrales y muchos otros en lugares al aire libre: parques, en una fábrica abandonada, cruces de calles, etc. Con las tres dimensiones se puede observar un movimiento especial de los cuerpos mientras bailan y se ofrecen algunas escenas impresionantes, como la del tranvía. El baile es en relieve, muy exquisito y emocionante.
  
Por su parte, Werner Herzog golpea duro con “Cueva de los sueños olvidados”. Se adentra en el descubrimiento de la cueva de Chauvet, en Ardeche (sur de Francia), en el año 1994. Esta cueva contiene en sus paredes más de 400 dibujos que datan de una antigüedad que supera los 30.000 años. Los investigadores tienen acceso a esta cueva sólo en determinados momentos y han acompañado y controlado al cineasta en su documental en 3D. En la cinta se pueden admirar imágenes impresionantes que van acompañadas con una mística música. También pone su voz en off y hace reflexionar sobre importantes cuestiones de la evolución de la cultura humana.

Los dos realizadores alemanes han sacado un buen provecho de las nuevas tecnologías y permiten que los espectadores aprecien al baile y a las pinturas rupestres de un modo diferente. Un modo más intenso, atractivo y emocionante.
Y llega otro grupo de alemanes con otro documental 3D: “Das Auge 3D. Life and Science on Cerro Paranal” (El Ojo 3D. Vida y ciencia en Cerro Paranal). En junio 2009, un equipo de filmación alemán especializado en películas 3D, acompañó a Dr. Joe Liske en un viaje desde las oficinas centrales de ESO en Alemania hasta el Desierto de Atacama, en Chile. Junto a las increíbles imágenes de los telescopios y las explicaciones sobre el funcionamiento de los equipos, la película también sigue la vida de las personas en Paranal: astrónomos, ingenieros, físicos y técnicos.

Tambien en España hubo 3D.
En la presentación de DocsBarcelona 2011 se presentó “Toro y Torero” en pleno debate sobre si las corridas de toros deben ser prohibidas en Catalunya.
El productor, escritor y director Carles Porta trae un documental sobre los días previos al duelo en la plaza, pero no se trata de una clase de toreo ni de una apología de simbolismos, “Toro y torero” es una mirada sutil e inteligente a la vida y la muerte, personificada en el diestro Antonio Ferrera, en su mozo de espadas, su hermano Diego Ferrera, y en su gente. Porta no se mete en clichés de fiesta nacional o patriotismos de ningún tipo; ni siquiera defiende ninguna posición. Es una exposición, un documento minimalista, plásticamente bellísimo sobre lo que hay antes de la corrida, sobre los pequeños detalles, sobre los idílicos paisajes de la Dehesa extremeña, de Badajoz y Cáceres, por donde pastan estos sobrecogedores mamíferos, sobre cómo viven y sobre qué le puede pasar por la mente a alguien que se enfrenta a un animal de 400 kilos y que antes ha recibido 29 cornadas; es una visión sobre la belleza, la soledad, sobre el destino, universal a todos.
En “Toro y torero” no hay muerte implícita ni tortura al animal. Porta habla de la soledad humana, de la vida, y no se distrae en enseñarnos sangre y sufrimiento sino que se centra en los momentos de silencio y de calma que hay antes de esa fatal batalla.
Fuentes: Cine365, Cartelera 10, Noticias del Cosmos, El Mexicano